Y todo ello dando por buenos unos resultados que no
tienen credibilidad. Se ha votado desde los 16 años y lo han hecho también los
extranjeros, en cajas de cartón que todavía están abiertas y sin ningún tipo de
control. Ha sido como un partido de fútbol sin rival y con el árbitro a favor.
Familiarizados como están con el engaño, solo se pueden engañar a sí mismos los
que presentan como un éxito lo que ha sido un gran fracaso. El 9-N del 2014
estaba señalado como un hito histórico. El Govern, desde que Mas abrazó hace
dos años la causa separatista, no ha hecho otra cosa que impulsar logística,
económica y descaradamente un proceso en el que al final dos de cada tres
catalanes ni se han molestado en participar. Después de tanto follón, gasto y
propaganda, el globo se ha pinchado, especialmente en la Val d’Aran o en el
área metropolitana de Barcelona (L’Hospitalet, Badalona, Santa Coloma, etc.),
donde de los 1,5 millones de ciudadanos no llega al 20%del censo los que
apoyaron independentismo ¿Podrían autodeterminarse estas zonas en una Catalunya
independiente?
En realidad el permanente estado de agitación y
excitación en el que viven nuestros soberanistas les induce a cometer graves
errores. El simulacro del 9-Nal 25-N, además de una falta de respeto por la
democracia y una burla al electorado, pone en evidencia la existencia de un
techo electoral que no consigue perforar el sentimiento de los más de 4,5
millones de catalanes que se sienten también españoles, no quieren romper con
España y tienen otras prioridades y preocupaciones, como se manifiesta en
elecciones generales, en las que hasta ahora siempre se ha movilizado el voto a
favor de opciones no independentistas. El 9-N ha servido también para descubrir
que el soberanismo usurpa una representatividad que no tiene. Cuando habla en
nombre del pueblo catalán como si fuera uno y el suyo, no solo desprecia a los
muchos –la mayoría– que piensan distinto, es que además confunde al electorado,
que canaliza su malestar en contra del Gobierno como si fuera suyo y no es así.
Los balcones silenciosos le han ganado la partida claramente a las banderas
sediciosas y continuar con este proceso solo conduce a la división y al
empobrecimiento de Catalunya y a la deslegitimidad de un Govern que no cumple
las leyes y de un president que solo lo es de los independentistas y únicamente
se dedica a trabajar contra España y contra el Estado del que se declara
enemigo.
Entretenido como está en liderar la competición
identitaria y marear la perdiz, y el lobo, la actitud desafiante y arrogante de
Mas no es la más propicia a un diálogo con el que todos estamos de acuerdo pero
que no consiste en que a uno le den la razón en todo ni en exigencias de
imposible cumplimiento. Como lo fue pedir el pacto fiscal el 12-S del 2012 nada
menos que para ¡irse de España!, cuando además estaba entonces a punto de ser
intervenida, ni exigir ahora un referéndum que no cabe en la Constitución española
ni en ninguna otra del mundo porque la ONU solo lo reconoce para situaciones coloniales
o en caso de violación de derechos humanos. Lo que sí es posible, como ya ha
reiterado muchas veces Rajoy, es el diálogo dentro del marco de la ley y de la Constitución,
que se puede reformar de acuerdo con los procedimientos establecidos en ella, pero
no derogar. Si lo que pretende Mas es arrebatarle al conjunto del pueblo
español el derecho a decidir sobre la integridad territorial de España, va a
tener por parte del Partido Popular, que se ha constituido en el garante de la
unidad nacional, la misma respuesta que siempre, y llegados a este punto sería
conveniente que los socialistas liderados en Madrid por el apolíneo Sánchez y
aquí por el sinuoso Iceta aclararan de una vez la reforma constitucional que
proponen y abandonaran la equidistancia entre los que estamos defendiendo la Constitución
y la unidad de España y los que quieren romperla.
De momento, y como no podía ser de otra manera, Mariano Rajoy
se dedica a ejercer de presidente de Gobierno de todos los españoles, y entre
ellos de los 7,5 millones de catalanes también. Cuando Catalunya ha necesitado
ayuda, como ahora, para superar la crítica situación financiera en la que nos
ha situado el Tripartit y este Govern, el Gobierno de España ha aportado la
liquidez que ha permitido financiar los servicios públicos esenciales y el pago
de la deuda y los proveedores, y ahora Catalunya como uno de los motores que es
de la economía española se beneficiará de la recuperación que se ha iniciado en
el conjunto de España porque ha vuelto el crecimiento económico, bajan las
listas del paro y aumentan las de afiliados a la Seguridad Social.
Y esto es lo que garantiza la sostenibilidad del estado
del bienestar. Los catalanes, a partir del 1 de enero del 2015, como el resto
de los españoles, tendremos una rebaja media del 12,5% del IRPF del tramo
estatal y las retenciones de los salarios se suprimirán o reducirán ostensiblemente.
Las familias numerosas y las que tienen dependientes a cargo tendrán importantes
bonificaciones fiscales y la Catalunya emprendedora se beneficiará de la
reforma del impuesto de sociedades. Juntos nos irá mejor porque Catalunya necesita
tanto a España como España a Catalunya. No ha dejado de ser una triste coincidencia
que el mismo día, hace 25 años, que se derrumbaba el muro de Berlín, algunos aquí
impulsaran fronteras que nos aislarían del resto de España y del mundo.
José Ignacio Llorens Torres
Diputado al Congreso del
Partido Popular por Lleida