jueves, 3 de julio de 2008

Ganas de España

Puede parecer una frivolidad no hablar del congreso del Partido Popular en el que hemos elegido presidente a Mariano Rajoy con el 85 por ciento de los votos o no comentar la crisis económica, tapada hasta después de las elecciones, y las medidas urgentes y necesarias para superarla. Lo haremos en otra ocasión porque, en mi opinión, la actualidad viene marcada por la enorme explosión de júbilo que se ha extendido por todos los rincones de nuestro país, provocada por la victoria de España en el reciente campeonato de Europa.

Ha tenido que ser más allá de nuestras fronteras, fuera de España, y ha tenido que ser el fútbol el detonante de una reacción que ha permitido descubrir que, mientras nuestros políticos van por un lado, los ciudadanos van por otro. No deja de ser llamativo que, al mismo tiempo que en una parte de la nueva España que nos ha traído ZP se convoque un referéndum separatista ilegal, en esa misma parte y en el resto del territorio haya brotado un sentimiento que trasciende la alegría de un triunfo deportivo. España no es un concepto discutido ni discutible para la inmensa mayoría de los españoles, que por fin han podido recuperar la normalidad y exhibir nuestra bandera común por todas las calles de nuestra nación sin ser insultados por ello. Como lo hacen los alemanes, los italianos, los franceses o los brasileños. Más allá de la satisfacción producida por el magnífico juego desplegado por nuestra selección, que ha sorprendido y deleitado a propios y extraños, cuando celebrábamos el gol de Torres estábamos expresando un sentimiento de pertenencia, un sentimiento de unidad, un sentimiento de orgullo. El orgullo de ser español.

Es como si de repente nos hubiéramos liberado de las cadenas con las que esas minorías excluyentes, reaccionarias y chantajistas pretenden acomplejarnos a los que no enfrentamos compatibilidades, a los que nos sentimos muy orgullosos de que cinco catalanes, dos de ellos de Lleida, hayan formado parte de la mejor selección de España de fútbol que hemos tenido. Siempre hay alcaldes, como el de Barcelona o el de Bilbao, que van contra corriente y se niegan a instalar las pantallas gigantes que les pedían miles de vecinos, y siempre hay quien prefiere la derrota de la nación a la que pertenecen, y se han tenido que hartar de hacer el ridículo arriando las banderas de los rivales que España, uno tras otro, derrotaba.


Dejémoslos con sus miserias y con sus resentimientos, porque la grandeza de España estaba en ese sentimiento de unidad que se ha forjado en torno a un grupo ejemplar en lo deportivo y en lo humano, que han sabido representar lo que somos y lo que sentimos. Porque es una delicia ver al mejor portero del Campeonato estrujar con un abrazo al mejor jugador. Uno del Madrid y otro del Barcelona, Casillas y Xavi. Como emocionante ha sido que Ramos no haya olvidado en la noche del triunfo al malogrado Puerta, y como envidiable ha sido el comportamiento de unos deportistas que han respetado con disciplina y cariño a quien les ha sabido conducir al éxito, y que son todo un ejemplo para nuestra juventud. El ejemplo de la entrega, el sacrificio, el esfuerzo, el mérito y el juego limpio, para conseguir un objetivo.


Han sido unos deportistas profesionales, como lo son también Rafa Nadal o Fernando Alonso, los que nos han dado, nos dan, estas pequeñas, grandes, satisfacciones que alegran nuestras vidas, comportándose con una entrega admirable, con el espíritu de verdaderos amateurs.


Son los que nos hacen recuperar esos añejos sentimientos de la niñez perdida, cuando el gol de Zarra hace muchos años o el de Marcelino no hace tantos, pero también muchos, nos hace recordar con nostalgia que los celebrábamos con seres queridos que ya no están con nosotros.


El domingo pasado, enViena, se escribió una historia, una de esas pequeñas historias que nos ayudan a ser más felices. El gol deTorres formará también parte de nuestros recuerdos, pero con una diferencia. Lo celebramos más porque quizás antes no había tantas ganas de España como ahora, porque entonces España no se discutía.

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