viernes, 20 de enero de 2012

¡Hasta siempre, don Manuel!

Don Manuel Fraga Iribarne forma parte ya de la historia de España, y la historia le juzgará, estoy seguro, como lo están haciendo ya la inmensa mayoría de los españoles, con la misma generosidad que él ha acreditado en su larga vida política. Porque nadie puede discutir su permanente vocación de servicio, su profundo amor a España y su enorme respeto por la democracia y por la libertad.
Don Manuel, en todo momento, ha demostrado la altura de miras propia de un hombre de Estado. A un talento y a una inteligencia impresionante, sumaba una cultura, una formación y una capacidad de trabajo inigualable. Catedrático, Diplomático, Académico, Letrado de las Cortes, en todas las oposiciones en las que participó conseguía el número uno.

Hombre de origen humilde, hecho a sí mismo, a sus aptitudes sumaba una infatigable capacidad de superación, una férrea voluntad y una honestidad fuera de toda duda. Por eso, todas estas cualidades puestas al servicio de una gran pasión política le han convertido en una figura irrepetible. Por donde ha pasado ha dejado huella, fue mejorando lo que había encontrado. Vivió la guerra civil, de los 13 a los 16 años y consagró su prioridad política a que no se repitiera y por eso fue determinante en la Transición. Ha sido decisivo en la construcción de la Constitución, que nos ha permitido disfrutar del periodo más largo en paz, libertad y prosperidad de nuestra historia, y sin Fraga, Galicia no habría tenido el mejor Presidente de la democracia, el Partido Popular no habría ganado las elecciones, ni sería hoy el partido de centroderecha más votado de Europa.

Pero todas esas cualidades políticas ciertamente excepcionales que atesora la figura de Don Manuel Fraga son o serán suficientemente conocidas y reconocidas. Me importa más ahora trasladar las cualidades humanas que he tenido la suerte de conocer, y que su temperamento no dejaba a veces traslucir. Don Manuel era un hombre profundamente humano, humilde, generoso y sorprendentemente sensible.

Cuando murió mi querida madre, en 1984, mostró una cercanía y una ternura que no he vuelto a ver en política. Y me ayudó, además, a su manera, confiándome nuevas responsabilidades y más trabajo, porque según él las adversidades de la vida se superan ocupando la mente y el día. ¡Y vaya si me ayudó!, porque me encargó la difícil coordinación con el Partido de la Asociación de Mujeres Conservadoras presidida por Isabel Tocino, y las Nuevas Generaciones por Gonzalo Robles.

Su capacidad de trabajo era inagotable. Ha sido la única persona que puntualmente contestaba con una nota manuscrita de su puño y letra los artículos que le he enviado, y han sido... ¡todos!. Y es que Don Manuel no dejaba una llamada sin contestar. Volviendo del Valle de Arán un militante gallego que tenía un bar en Alfarrás se empeñó en que paráramos después de una agobiante jornada de trabajo para tomar una queimada que había preparado. Rápidamente acalló mis protestas, “Mi querido amigo -me dijo no sin ironía- para ser un buen político no es indispensable tener una buena cabeza, pero sí un buen estómago”. Su afán de conocer y saber le acompañó hasta el final. Cuando antes de Navidad le visité en su domicilio, me encargó un informe “sobre la dichosa PAC”.

Y siempre, tengo que reconocer, me distinguió con un afecto especial. Como cuando le pedí en el 82 que repitiera la visita electoral a Lleida, para asegurar el escaño. El caso es que desoyendo los consejos de mis padres, que me aconsejaban una intervención “cortita, porque la gente al que quiere oír es a Fraga”, mi debut ante un atestado Teatro Principal no fue demasiado afortunado. Don Manuel, cambió la agenda electoral de la campaña de arriba abajo, volvió a Lleida por segunda vez en quince días y conseguimos por primera vez en Lleida, el escaño para la entonces Alianza Popular. El escaño de Lleida fue premiado... con un puesto en los famosos maitines, que nos obligaba a las 8 de la mañana a los “afortunados”, a tener ya leídos los periódicos del día. Las anécdotas que podría relatar serían muchas más, aunque algunas pertenecen al ámbito de la más estricta intimidad. En estos momentos en que existe una creciente desafección ciudadana por la política, es obligado rendir tributo a personas como Don Manuel, que han hecho de la política una causa noble al servicio del interés general, que supo hacer compatible con la defensa de profundas convicciones e ideas.

El lunes estuve en su domicilio, acompañando a su mejor amigo, el entrañable Álvaro Lapuerta, a decirle adiós por última vez. Le dimos el pésame a su admirable familia que le acompañó y cuidó hasta el final. En el vestíbulo nos cruzamos con los ministros Margallo y Soria, y con los socialistas Rubalcaba y Blanco. Salíamos de un piso de 90 m2, que además no era de su propiedad. Y es que Fraga siempre se caracterizó por su sobriedad y su austeridad.

Se nos va un estadista formidable, y su ejemplo nos tiene que servir de permanente referencia a los que nos dedicamos a la política. Un ejemplo también de humildad. En mi caso, desde luego, soy plenamente consciente de que lo que he hecho en política se lo debo a él, y por eso su recuerdo me acompañará toda la vida. ¡Hasta siempre, Don Manuel!

José Ignacio Llorens Torres
Diputado del PP por Lleida
Presidente de la Comisión de Agricultura del Congreso

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