jueves, 8 de marzo de 2012

Jaime Teixidó, un amigo del alma

Cuando llega el otoño de la vida, uno se da cuenta de que amigos de verdad hay pocos. Jaime Teixidó era mucho más. Era un amigo del alma. De esos que cuando se van y te faltan, te deja un enorme vacío porque se llevan una parte de nosotros. Y es que tener un amigo del alma en la vida es un verdadero tesoro.

Jaime Teixidó lo ha sido para mí. No me dejarán mentir quienes han conocido su generosidad, fruto de su enorme corazón, tan grande que acabó estallando, porque su permanente disponibilidad para ayudar a todos los demás, fueran o no del partido, no tenía límites. Yo he tenido la suerte de tenerle siempre a mi lado, en los buenos y, sobre todo, en los malos momentos, cuando la vida te golpea con las crueles tragedias que a todos nos toca sufrir.

Era un hombre de una gran sinceridad y de una vitalidad y un optimismo que le permitieron superar circunstancias de la vida no siempre fáciles. Pero lo más llamativo, sin duda, es que siempre estaba dispuesto a ofrecer lo que nadie tenemos. Todo su tiempo. Porque mientras perseguimos objetivos inalcanzables, que no llegan y que nos acaban por producir frustración, Jaime sabía disfrutar como pocos de lo que tenemos al lado y nos proporciona las mayores satisfacciones.

El otro día, cuando nos despedíamos de él, me di cuenta de que hay muy pocas personas cuya pérdida provoque tan hondos sentimientos, capaces incluso de traspasar los vínculos familiares. Se acabaron las vacaciones tantos años compartidas en Mallorca. Desde que me casé las seguíamos disfrutando juntos, porque Paloma, mi mujer, y yo nos llevábamos a nuestro niño. Pero nuestro niño Jaime seguirá siempre con nosotros, formando parte de nuestras vidas y de nuestros recuerdos. En los de su hermana Luisa; sus sobrinos, Jaime y Manuel, en los de sus amigos, en el recuerdo del partido de Lleida y en el de todos los que hemos tenido la enorme suerte de haberle conocido y querido.

José Ignacio Llorens Torres

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